DESNUDANDO A ALEJANDRO CASANOVA
Tendemos a protegernos. Ropa,
palabras, paredes, música: señales de progreso, supuesta evolución. Pero el
humano sigue siendo como el principio, un hombre frágil frente a la naturaleza
y frente a lo que él mismo crea para protegerse e imponerse a ella. Alejandro Casanova
nos adentra en esa forma primigenia del hombre, su estado más puro y frágil.
A través de escenas cotidianas
nos muestra el detalle, haciendo mayúsculo lo minúsculo. Sus cuadros son
recortes de una escena privada, pero no nos ofrece una panorámica general, sino
que se centra en una parte: unos pies desnudos, la anónima mano de alguien que
acaricia a un perro, o el pecho desvestido de una mujer. Poco a poco, con verdes,
rosas, rojos y blancos, va pintando cuerpos, paredes y alfombras. Y en ese ojo
que parece espiar lo íntimo de una persona, repasa una casa alejada del ajetreo
del mundo, nos la muestra libre, pura, indefensa, tranquila, enseñando la parte
más humana de la persona. Muestra lo simple dentro del artificio en el que
vive, exponiendo el sentido de libertad a su punto álgido y más auténtico. Pero
no debemos confundir la exposición de la desnudez con nada perverso o sexual,
es una exposición limpia y serena del
cuerpo. Por eso no vemos apetito sexual en los pechos, perversión en las
piernas o dureza en las miradas, lo que hay es descanso, realización, reflexión
íntima, privada. El pintor nos pinta el detalle como admirador de la belleza no
canónica, no preparada, no superficial, libre de estereotipos, poses y simetrías.
Parece intercambiar los papeles,
dotando a los materiales de una fuerza y dureza que contrasta con la
desprotección del cuerpo desnudo que pinta. Pero en ambos planos, si te
acercas, vemos dónde pone Alejandro Casanova su fuerza, su fuego creador, y es
a través de su paleta, de su óleo trabajado y con volumen, dónde se percibe su
trazo pastoso acumulado en el lienzo, creando un volumen que nos acerca a la fuerza del movimiento de la piel desnuda,
de unos pies y unas manos en estado de reposo, la energía salvaje del bello animal
pintado o la dureza de una mirada recién sorprendida. Y todo ello se refuerza
aún más gracias a los diferentes estampados realzados con rojos intensos que chocan con el trazo
blanco gordo que da luz y movimiento a
la piel desnuda.
Extrañamente simple y fuerte a la vez.
En definitiva, ver la obra de
Alejandro Casanova es como ver piezas de un puzle íntimo de la mujer. Una
porción en reposo y reflexión de la
esencia del cuerpo. Intimidad intimista.
Ángel Tijerín Pérez - Librero
Podéis ver la obra "Intimistas" de Alejandro Casanova en la Galeria Artevistas :
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